martes, 13 de agosto de 2013

14 de febrero del 2013

Fatídico día de los enamorados en Rodelillo.
Riiiing, suena el teléfono y al otro lado, la voz de mi madre advierte el desolador panorama.
El viento que jugaba con los cabellos sueltos de las mujeres y les refrescaba la transpiración de la tarde, tenía planeado un juego para los enamorados.
Por su parte, el fuego, que nadie sabe desde donde vino, comenzó tímidamente en la rama de quila, donde los niños de la  Villa Primavera  y del Paradero 17 juegan a buscar palitos, mientras se esconden.
Para fatalidad de la ciudad patrimonio, el encantamiento del fuego y el viento, quiso demostrar su amor en una eterna llama, que para sus habitantes, les costaba años de sacrificio, años de recuerdos, años buenos y malos.
Nuevamente la cara opaca de la ciudad encantaba a los flashes y cámaras del mundo periodístico y sus habitantes, recordaban que más arriba también había gente.
Se movilizaron fuerzas de todo tipo, sobrenaturales, del más allá, armadas, brutas, de todo; pero nada fue suficiente para contener a aquellos que vieron volar hecha cenizas la imagen de la abuelita o de la sufrida madre muerta de cáncer el año pasado. Por primera vez subían al cielo.
Llega la noche a Rodelillo, y si uno afina el oído, puede escuchar como arde la greda de los cerros que intimidan especialmente a las madres que se horrorizan si a un hijo le pasa algo.
Y en el resto de la ciudad, se posa lentamente un ensordecedor silencio.



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