jueves, 3 de octubre de 2013

Ernestina

Ernestina trabajó más de 15 años en la semillería. Tenía apariencia de mujer sencilla y humilde. Sus clientes, la consideraban una mujer amable y muy sabia de las plantas. 
Cada mañana, antes de abrir el opaco negocio, se ponía su delantal color azul marino y se tomaba su desayuno que en su humilde casa no podía hacer.
Ella era soltera, en realidad era casada, pero un día cualquiera, su marido que era 23 años mayor que ella, a través de una carta se despidió para siempre, explicando que el amor que a ella le costaba expresar, lo había encontrado en otra mujer (que también era menor). Ernestina, después de ese episodio, floreció, como sus semillas. No se puso precisamente más bonita. Pero si, más simpática. Y eso se notó.
Años después de la partida de Alfonso, su marido; Ernestina decidió que debía compartir su pequeña y ya vieja casita y después de ver a diario al feo perro que le pedía comida, lo llevó a su casa. El animal cambió su pelo, se hizo regalón de ella. Ahora tenía collar y una plaquita con su nombre y el celular de Ernestina. Jugaba a traer palitos, a hacer hoyitos y a moderle la cartera a su dueña. Cómo le había cambiado la vida a ese perro!!!
Eran cerca de las 16:00 horas, cuando al negocio ya casi pelado de la poca mercadería, ingresa un hombre joven y pregunta por ella. Le pide su cédula. La "invita" a subir a la camioneta blanca. Una vez dentro, le señala que su ahora "infiel" can, en un acto lúdicamente infantil, la ha delatado. Las ropas de Alfonso, ensangrentadas,  han sido identificadas.


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